viernes, 15 de agosto de 2008

La agricultura coge el relevo

Llegados a ciertos extremos de demagogia es muy difícil hacer política. Que las soluciones del Gobierno de la región a la crisis económica sean afirmar que lo que el Grupo Popular desea es que la situación económica se hunda para sacar rédito político es, además de un insulto a la inteligencia, un síntoma claro de no saber cómo afrontar el deterioro de los parámetros básicos de la economía.

Estamos inmersos en una grave crisis económica cuya profundidad es tan grande como la desfachatez de quien se permite hacer semejantes afirmaciones, y cuya duración es, para todos los especialistas, tan indeterminada como la política económica del gobierno socialista.

Tenemos, y eso no lo desea nadie, un serio problema en el modelo económico regional, lo que obliga a buscar soluciones y cambios profundos, pero, para ello, al Gobierno de Barreda se le ve sin imaginación. Si la tuviera no estaría dedicado en cuerpo y alma a lanzar mensajes de propaganda vacuos y torticeros.

La modificación de la Ley de Ordenación del Territorio y la Actividad Urbanizadora (LOTAU), así como el anuncio de destinar 62,2 millones de euros para crear polígonos industriales, son las medidas estrella que ha anunciado el Sr. Barreda, pero, si se analizan, se observa rápidamente que no pasan de medidas coyunturales, poco imaginativas y que bien podrían hacerse si no hubiese crisis. Esa es la forma de gobierno del PSOE regional, cuando no sabe qué hacer, anuncia inyecciones de dinero para anestesiar a la opinión pública. A nadie se le puede olvidar cómo anunció que destinaría 300 millones de euros para ayudar a los agricultores afectados por las tormentas de mayo de 2007 y luego, de ello, nunca más se supo. Es evidente que al gobierno regional lo que le interesa no es la agricultura, es la propaganda.

Si realmente le interesase la agricultura se daría cuenta de que los españoles destinamos más de 2.800 millones de euros fundamentalmente para la importación de cereales, semillas y piensos. Está ocurriendo algo similar a lo que ya sucede con el sector energético, y es que nos estamos convirtiendo en dependientes de determinados productos de alimentación cuyos precios no sólo se mantendrán elevados, sino que es muy probable que se incrementen en los próximos años debido a la creciente demanda mundial.

Si el motor económico español antes de la crisis era el sector inmobiliario, ¿qué sector tiene que venir a sustituirlo? ¿No es razonable pensar que sea la agricultura la que coja ese relevo?

Hacer de la agricultura de nuestra región un sector más competitivo y altamente productivo podría ser un camino, en el que las bases ya están puestas, para salir de la crisis. Lo lógico sería que el Sr. Barreda, en vez de vanagloriarse, como hizo en su discurso de investidura, diciendo que Castilla-La Mancha ha dejado de ser una región fundamentalmente agrícola, dedicase un paquete de medidas destinado, entre otras cosas, a reducir los costes de producción agraria, a ayudar a los agricultores a afrontar con mayor solvencia el alto precio del gasóleo, a reducir el impacto de las alzas de fertilizantes y productos fitosanitarios, a modernizar las explotaciones agrarias con tarifas eléctricas razonables para fortalecer el regadío, a dejar de presionar con multas millonarias a los agricultores y a vigilar a los intermediarios y a los distribuidores para que los precios dejen de tener los márgenes abusivos que sufren los consumidores.

Debería el Sr. Barreda ir al grano, y a él que tanto le gusta el balonmano, dejar de echar balones fuera, y potenciar en estos momentos un sector básico para Castilla-La Mancha como lo es el sector agrario, con un objetivo fundamental que es tener capacidad de exportación, de esa forma nuestras cuentas dejarían de mostrar las cifras rojas que actualmente presentan.

El problema del Gobierno regional es que se ha acomodado en estos 25 años que lleva ejerciendo el poder y, como no está preparado para afrontar una crisis económica de estas dimensiones, vuelve a hacer lo que sabe hacer, dejar pasar el tiempo y, en vez de hacer política, confundir a los ciudadanos con su demagógica propaganda.