A finales de agosto y principios de Septiembre, cuando el sol todavía aplasta con fuerza esta tierra para hacerla aún más inabarcable a la vista y colorea las bayas y las llena de azúcares, es típico que dé comienzo la recolección de la uva.
En una región donde la viticultura se practica desde hace siglos, hace unos cuantos años que hay dudas crecientes sobre si tiene sentido dedicar atenciones y esfuerzos al cultivo que es símbolo de nuestra cultura.
Como cabeza de la explotación familiar en la que trabajan él y sus dos hermanos, me decía recientemente un viticultor que están cansados. Que las cepas que labran y podan, y que cuidan como a sus propios hijos, fueron hasta no hace muchos años un próspero viñedo que su familia viene cultivando desde siempre, pero que ahora, poco a poco, se ha ido hundiendo, porque el precio que recibe por la uva hace que cada vez vaya teniendo menos sentido invertir tiempo, dinero y esfuerzo en su viñedo.
Me decía que, en esta campaña, en Castilla-La Mancha, aunque se prevé una producción mucho menor que la de la campaña anterior, en contra de toda lógica, y a pesar de que el Gobierno de Barreda trata de justificarlo echándole la culpa al libre mercado, el precio de la uva no es, ni mucho menos, el que puede devolver al viñedo al esplendor de antaño y a los viticultores el ánimo que han perdido.
Se quejaba con rabia de que el oscuro y largo túnel, lleno de incertidumbre, por el que viene circulando el sector vitivinícola castellanomanchego, se podría haber iluminado con una reforma de la OCM del vino muy distinta de la que se ha aprobado y añadía que, inexplicablemente, el Ejecutivo regional, se dedicó a dar por buenos un conjunto de medidas y un presupuesto que, para la viticultura castellanomanchega, han venido a tener el mismo efecto que el lastre que usa un buzo para su inmersión.
Sufría de ver la oportunidad de mejorar el sector que se perdió por la inadmisible complicidad del Gobierno regional con la incompetencia del Gobierno de Zapatero.
Señalaba que Barreda, como no sabe qué hacer con el problema que se ha venido encima, con una publicidad que ni él se cree, trata de maquillar la realidad, pero como sus acciones en nada repercuten en la rentabilidad de las explotaciones, los viticultores están peor cada día que pasa, están agobiados y cada vez les cuesta más luchar por conservar lo que les queda.
Decía además que en Castilla-La Mancha se está rompiendo el equilibrio agronómico, social y ecológico. Porque la nuestra es una región de tradición vitivinícola, porque la viña da muchos puestos de trabajo y porque cada hectárea de viñedo es un enorme sumidero de CO2.
Terminaba diciéndome con tristeza que en los tiempos de pandemia que está provocando la gripe A, que a todos nos tiene preocupados por miedo a contagiarnos, los viticultores de Castilla-La Mancha tienen además su particular epidemia: la gripe B. Con una mueca a modo de sonrisa añadía: con B de Barreda. Una epidemia que está causando no pocas víctimas.