jueves, 22 de marzo de 2012

Artículo de la Presidenta Mª Dolores de Cospedal: En el Día Mundial del Agua.

Este 22 de marzo de 2012, como todos los años en esta fecha, se celebra el Día Mundial del Agua. Su objetivo es claro: llamar la atención sobre la importancia del agua dulce y abogar por una gestión sostenible de los recursos hídricos. El lema de este año es: “Agua y seguridad alimentaria”.

En el mundo, vivimos siete mil millones de personas y todo parece indicar que, salvo hecatombe, a mediados del presente siglo la población del planeta será de nueve mil millones de habitantes.

Actualmente, hay mil millones de seres humanos que pasan hambre y, los que no la pasamos, al celebrar el Día Mundial del Agua, tenemos que asumir que el hambre en el mundo no es un factor natural, es una consecuencia de acciones y/o de omisiones humanas.

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) es una organización específica de la ONU que dirige sus actividades a erradicar el hambre en el mundo. Según esta organización, son tres los grandes desafíos que tiene planteados la humanidad en el siglo XXI: el reto alimentario, el medioambiental y el energético. Creo que no me excedo al decir que en el núcleo de esos tres grandes retos está la agricultura. Tampoco creo excederme al decir que la agricultura de regadío, por el hecho de aumentar la productividad agrícola, ha mejorado la nutrición, ha elevado el nivel de vida de la población rural y ha contribuido al crecimiento de la economía mundial.

En Castilla-La Mancha, tan sólo regamos el 14,96 % de nuestras tierras de cultivo, porcentaje que está muy por debajo de la media nacional (21,36 %). El vínculo entre el agua y la mayor producción de los cultivos es evidente, hasta tal punto lo es que se puede afirmar que, hoy por hoy, la diferencia entre una agricultura productiva y una agricultura de subsistencia es el riego. Como aseveración de lo que digo me voy a referir a la importancia del riego en dos de nuestros cultivos más emblemáticos: viñedo y olivar. En ambos casos, utilizando riego por goteo, sistema con el que el consumo de agua es mínimo, por ser máxima la eficiencia de la aplicación, las cosechas que pueden producir ambos cultivos son más del doble que cuando se cultivan en secano.

Si uno de los grandes retos del siglo XXI es garantizar la seguridad alimentaria de la humanidad, las mayores producciones que ofrecen los cultivos regados dejan claro que, regar los campos, puede paliar el problema. Pero, para que así sea, a los agricultores hay que garantizarles una seguridad hídrica. En España, tenemos agua suficiente para todos pero, para asegurar el suministro a nuestros agricultores, es imprescindible el apoyo solidario de todos los territorios. Apoyo que debe quedar reflejado en un gran Pacto Nacional que, tal y como ha indicado el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, sea de larga duración y, a la vez, vertebrador de todo el territorio nacional.

Ni que decir tiene que, por pura lógica, tenemos que reducir nuestro ingente consumo de agua. Debemos acabar con los despilfarros y tenemos que hacer un uso racional, eficiente y solidario del agua.

Hay mil razones para ahorrar agua, pero una de ellas tiene que ser para que los agricultores dispongan de ella. Así, podremos dejar de ser la región con menor porcentaje de tierras de cultivo regadas, podremos conseguir acrecentar nuestro potencial económico y mejorar nuestras perspectivas de empleo y, lo que no es menos importante, podremos colaborar, como preconiza la FAO, a que esos mil millones de habitantes de la tierra que pasan hambre, tengan acceso regular a alimentos de buena calidad que les permitan llevar una vida saludable.

En Castilla-La Mancha, por nuestra vocación agrícola y ganadera, y por nuestro saber hacer en materia agroalimentaria, tenemos mucho que aportar a la seguridad alimentaria del planeta.

Por todo lo dicho: ¿seremos capaces en España de poner trabas a un nuevo Pacto Nacional sobre el Agua? No deberíamos.

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