Aparece en un estudio elaborado por la Obra Social La Caixa, que la población rural se están masculinizando.
La masculinización del campo quedó patente en la manifestación del pasado 21 de noviembre en Madrid, porque fue evidente que el porcentaje de hombres era muy superior al de mujeres.
Según el referido estudio, el proceso de masculinización de la sociedad rural se debe a que las mujeres, en el campo, tienen escasas posibilidades de inserción laboral y muy difícil poder influir y decidir en las explotaciones agrarias. Si a ello se añade que en las áreas urbanas encuentran mejores trabajos y que las ciudades tienen un enorme atractivo, es comprensible que las mujeres traten de alejarse del medio rural.
Para conseguirlo, la educación académica se ha convertido en su mejor aliado. Esto explica que el alumnado de nuestra Universidad esté constituido por más mujeres que hombres, y tengo que decir, porque lo he vivido, que entre mis alumnas, las que provenían del medio rural, se caracterizaban por su elevada capacidad de esfuerzo para conseguir, de forma brillante, su titulación universitaria y por su interés en aprender cuanto más mejor, para destacar y tener mejores perspectivas de futuro.
Las consecuencias de la masculinización son preocupantes para la sostenibilidad de la sociedad rural, pues, aunque resulta obvio que las mujeres somos un elemento imprescindible en la formación de familias, quizá no lo es tanto que también lo somos en el equilibrio de la sociedad y en el bienestar de las personas que dependen de nosotras, ya que desempeñamos, no solo una actividad económica, sino que, tradicionalmente, nos hemos dedicado a la atención y cuidado de niños, ancianos, discapacitados y enfermos, y no voy a entrar a valorar si los hombres también deberían hacerlo, porque, a estas alturas, esto debería estar superado.
Hoy, cuando nadie duda de que nuestro campo está viviendo la peor crisis de su historia, en una región eminentemente agrícola y ganadera como la nuestra, para resolver esta grave situación, más que nunca, hay que evitar la fuga masiva de sus mejores activos: las mujeres; hay que lograr que desaparezcan la resignación y el desánimo y hay que apostar por la revitalización de los pueblos de Castilla-La Mancha.
Para ello, en el Partido Popular, además de fomentar la participación de la mujer en la toma de decisiones sobre la orientación de las explotaciones agrarias, consideramos imprescindible la adopción de medidas encaminadas a mejorar el nivel y la calidad de vida en el campo y, urgentemente, garantizar el salario de las mujeres que trabajan en empresas agrarias familiares (el 82% de ellas no cobran) y facilitar que todas ellas coticen a la seguridad social (el 59% de ellas no cotiza).
Según han venido actuando, está claro que los Gobiernos de Zapatero y de Barreda consideran el campo masculino singular, y no se han dado cuenta de que el futuro de la agricultura y de la ganadería depende de que unamos todos nuestros esfuerzos y capacidades. Que sigan permitiendo la masculinización del campo es un error de terribles consecuencias.
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