El viaje a Miami del Consejero de Agricultura a promocionar nuestros vinos lo he asociado con la tribu de los hipsters.
Las tribus urbanas son grupos de jóvenes, con sus normas, con sus preferencias, con su comportamiento, cuya forma de vida les caracteriza y les distingue dentro de la cultura dominante, con la que no siempre tienen una oposición radical.
Los hipsters son jóvenes bien formados, con buenos trabajos relacionados con la tecnología, a los que les gusta la música alternativa y el cine independiente, que desarrollan una actividad cultural bastante interesante y que tienen una formación muy elevada en el uso de las últimas tecnologías que, indudablemente, les sirve para aplicarlas a todo aquello a lo que se dedican. Son personas muy preocupadas por su imagen que, combinando la moda de la época juvenil de sus padres, se visten de manera cuidadosamente desaliñada, que esconden su cara detrás de unos bigotes pasados de moda y de unas gafas de pasta gruesa, y que, aunque no les gusta el estilo de vida burgués, les encanta ocupar los barrios más céntricos, que convierten en exclusivas zonas residenciales, que ponen de moda y que revalorizan. Está tribu está ganando adeptos rápidamente porque sus principios, su comportamiento y su forma de vida son altamente contagiosos.
Uno de los últimos estudios del Observatorio Español del Mercado del Vino concluye que tan solo un 8% de los jóvenes españoles consume vino con asiduidad. No es de extrañar que, ante este panorama, el Consejero de Agricultura haya agarrado el petate y se haya largado a buscar mercado a nuestro vino, que como sabemos está pasando por uno de los peores momentos de su historia. Supongo que fue con ese afán con el que se fue a Miami.
Lógico habría sido que los resultados de su viaje pasasen por la prueba de los hechos, porque, si no hay resultados, se puede confundir con turismo de lujo pagado. Inexplicablemente, en el pleno de las Cortes de Castilla-La Mancha en el que intervino, no nos dijo ni cuánto ha costado el viaje a Miami, ni cuántas personas fueron al mismo, ni si ha formalizado alguna operación en su entrevista con el reconocido líder mundial de la venta, comercialización y distribución de productos agroalimentarios con el que al parecer se iba a entrevistar, ni si lo ha conseguido con alguno de esos más de doscientos importadores que, según parece, se habían interesado por nuestros vinos.
Debería de haber programado en su viaje a Miami entrevistarse también con la tribu de los hipsters y, como mínimo, haber tratado de conseguir que se interesasen por los placeres de nuestro vino, para que, como es típico en ellos, lo extendiesen a otros ámbitos de la sociedad americana, lo pusiesen de moda y lo revalorizasen. Creo que no lo logró, porque de haberlo hecho en el pleno de las Cortes se nos habría presentado ataviado cuidadosamente desaliñado, escondiendo su cara tras un gran bigote y unas gafas de carey. Pero compareció como siempre y para lo mismo de siempre: aguantar el tirón y salir del paso.