miércoles, 8 de septiembre de 2010

MÁS DE SESENTA AÑOS DESPUÉS

En su obra “1984” G. Orwell narró la funesta opresión a la que era sometido un pueblo gobernado por un Partido obsesionado por mantenerse perpetuamente en el poder que, como vivía en democracia y el control sobre los ciudadanos no podía ejercerlo de forma directamente coercitiva, aplicaba métodos tan sutiles como la manipulación informativa y propagandística de modo tan machacón que llegaba a alienar a los individuos hasta convencerles de que dos más dos eran cinco.
Para ello falseaban la realidad y sustituían las noticias importantes por otras que distraían a la gente y se adecuaban a la “verdad oficial” y, para que se mantuvieran ocultas las críticas y las revelaciones de los hechos, desplegaron una censura que hacía insalvables los obstáculos que ponían para que pudiese salir a la luz cualquier verdad que atacase al gobierno y si en algún medio, a pesar de todo, aparecía el más mínimo reproche era aislado hasta arruinarlo.
Dedicaban horas y horas de emisión y páginas y páginas de la prensa a convencer a los ciudadanos de que, gracias al Partido, todo funcionaba extraordinariamente bien, que cada persona tenía satisfechas sus necesidades, que tenían libertad absoluta y de que disfrutaban de estar viviendo un sueño hecho realidad.
Mantenían la sociedad cohesionada inventando enemigos, a los que infaliblemente recurrían para culparles de todos sus fracasos, y de los que decían que, en cuanto a libertad y a calidad de vida, a ellos los enemigos no les llegaban ni a la rodilla, que todo lo que en ellos se podía encontrar era malo y que había que aplastarlos porque todo lo que les podían enseñar era perverso y cargado de odio y mentiras.
El Partido manejaba la economía a su antojo y, para tapar sus asuntos turbios, sus perversiones, sus cacicadas, sus expolios y sus enredos, hacían creer a la ciudadanía que eran ideas maravillosas que, si no habían alcanzado los objetivos previstos, era porque los enemigos no dejaban de conspirar para desbaratar los planes del gobierno.
Creo exagerado que los analistas de Orwell digan que existe un gran paralelismo entre la sociedad actual y la que describió en su obra, pero cuando pienso el estilo con el que gobierna Barreda en Castilla-La Mancha no tengo más remedio que darles la razón, porque se cumplen con precisión de reloj suizo los sombríos vaticinios que hizo el novelista hace más de 60 años.

Todo lo que denunciaba Orwell como indeseable Barreda lo ha convertido, en pleno siglo XXI, en una angustiosa realidad. Gobierna nuestra región dispuesto a pagar cualquier precio para perpetuarse, falsea la verdad, manipula la información, quiere hacernos creer que vivimos en Jauja, maneja la economía a su antojo y, con total cinismo e insistencia y sin el más mínimo pudor, se atreve culpar al PP, después de 30 años de gobierno socialista, de todos los males que afectan a Castilla-La Mancha, cuando él y su gobierno han sido letales para la economía de la región y son los únicos culpables de que tengamos una de las tasas de paro de paro más elevadas de España, de que estemos endeudados hasta las cejas, de que soportemos una de las rentas per cápita más bajas, de que suframos un fracaso escolar alarmante, de que nuestra agricultura y ganadería estén en la UVI, o de que Barreda esté metido en asuntos tan turbios como el de Seseña, el de la CCM, el del aval a CR-Aeropuertos, el de la Fundación Virtus o en enredos tan crueles para los agricultores como el del PEAG o el de la OCM de la vid.

¿Quiere comprobar que lo que digo es cierto? Ponga la tele un rato. Pero, ¡cuidado!, no la ponga mucho rato que puede terminar diciendo que dos más dos son cinco.